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Iglesia Católica / Pacoima, CA

La Conversión

La Conversión es un hecho que en nuestro caminar hacia Dios descubrimos muchas faltas y deficiencias personales. A pesar de nuestros anhelos de santidad, tenemos que hacer las cuentas con nuestra propia debilidad. Por eso, es más saludable que la doctrina de la conversión permanente. En realidad, cada día, cada momento de nuestra vida es una nueva oportunidad para convertir el corazón, para “purificar la memoria”, para elevar la mente y el corazón a Dios y pedirle: “Señor, perdóname”.

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¡Es necesario contar con la historia!

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea… La lectura evangélica de este domingo nos invita a valorar la historia. La esperanza escatológica* del creyente en la Vuelta gloriosa de su Señor exige una mirada a la historia donde se desarrolló su primera venida. La revelación amorosa de Dios para la salvación de los hombres se realizó en la historia en la etapa preparatoria y en su plena realización: Jesús de Nazaret. Tanto la proclamación como la adhesión del creyente comienza su itinerario por el encuentro con el Jesús que vivió entre nosotros. Este encuentro forma parte imprescindible del mensaje cristiano auténtico. La humanidad de Jesús es el lugar de encuentro con la Palabra eterna de Dios y a la vez con todos los hombres (porque es el hombre ejemplar, porque es el alfa y la omega, porque lo que hicisteis con uno de los más pequeños conmigo lo hicisteis). Por eso Lucas tiene especial cuidado en situar el ministerio de Jesús en un espacio geográfico y en un momento histórico. También el mensaje de Jesús hoy debe poner especial cuidado en invitar a las gentes al encuentro con Él, que refleja el rostro verdadero del Padre y el sentido auténtico de la existencia humana. Jesús mismo nos declaró en la Última Cena que Él es el camino, la verdad y la vida. Es camino en cuanto hombre que nos conduce al Padre y, por tanto, a la salvación definitiva.

¡Una oferta universal de salvación!

Y todos verán la salvación de Dios. Sólo Lucas recoge esta última expresión. Una salvación universal, sin fronteras étnicas, geográficas, religiosas, económicas o sociales. En ese camino de esperanza desde la Palabra y la historia, hay que contar con el desierto y con la apertura universal de la salvación. El plan que se propuso especialmente Lucas en su evangelio fue mostrar que Jesús es, con sus gestos y sus palabras, el Salvador universal. En un momento de la historia, en el que estamos tentados por toda clase de segregaciones, es necesario reavivar esta llamada universal. En nuestro entorno también sentimos esa tentación frente a los hermanos de otros países que buscan en el nuestro una mejor calidad de vida; frente a quienes nos estorban por cualquier causa social, cultural, económica e incluso familiar. Es necesario traducir la universalidad en todas nuestra relaciones cotidianas para testimoniar ante el mundo que nuestro Padre celestial no tiene acepción de personas.) ¡Es necesario contar con la historia!

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea… La lectura evangélica de este domingo nos invita a valorar la historia. La esperanza escatológica* del creyente en la Vuelta gloriosa de su Señor exige una mirada a la historia donde se desarrolló su primera venida. La revelación amorosa de Dios para la salvación de los hombres se realizó en la historia en la etapa preparatoria y en su plena realización: Jesús de Nazaret. Tanto la proclamación como la adhesión del creyente comienza su itinerario por el encuentro con el Jesús que vivió entre nosotros. Este encuentro forma parte imprescindible del mensaje cristiano auténtico. La humanidad de Jesús es el lugar de encuentro con la Palabra eterna de Dios y a la vez con todos los hombres (porque es el hombre ejemplar, porque es el alfa y la omega, porque lo que hicisteis con uno de los más pequeños conmigo lo hicisteis). Por eso Lucas tiene especial cuidado en situar el ministerio de Jesús en un espacio geográfico y en un momento histórico. También el mensaje de Jesús hoy debe poner especial cuidado en invitar a las gentes al encuentro con Él, que refleja el rostro verdadero del Padre y el sentido auténtico de la existencia humana. Jesús mismo nos declaró en la Última Cena que Él es el camino, la verdad y la vida. Es camino en cuanto hombre que nos conduce al Padre y, por tanto, a la salvación definitiva.

Y todos verán la salvación de Dios. Sólo Lucas recoge esta última expresión. Una salvación universal, sin fronteras étnicas, geográficas, religiosas, económicas o sociales. En ese camino de esperanza desde la Palabra y la historia, hay que contar con el desierto y con la apertura universal de la salvación. El plan que se propuso especialmente Lucas en su evangelio fue mostrar que Jesús es, con sus gestos y sus palabras, el Salvador universal. En un momento de la historia, en el que estamos tentados por toda clase de segregaciones, es necesario reavivar esta llamada universal. En nuestro entorno también sentimos esa tentación frente a los hermanos de otros países que buscan en el
nuestro una mejor calidad de vida; frente a quienes nos estorban por tiene acepción de personas.

Lecturas de la Misa

Primera Lectura

Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno,
porque Dios mostrará tu grandeza a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre:“Paz en la justicia y gloria en la piedad”. Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente, a la voz del espíritu, gozosos porque Dios se acordó de ellos. mSalieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como príncipes reales. Dios ha ordenado que se bajen todas las montañas y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. Los bosques y los árboles fragantes le darán sombra por orden de Dios. Porque el Señor guiará a Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia.
— Baruc 5, 1-9

Salmo Responsorial

R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca,
ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R/
Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R/
Como cambian los ríos la suerte del desierto,
Cambia también ahora nuestra suerte, Señor,
y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. R/
Al ir, iban llorando, cargando le semilla;
al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R/
— Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

Segunda Lectura

Hermanos: Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la propagación del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús. Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y ésta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
— Filipenses 1, 4-6. 8-11

Evangelio

En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías: Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.
— Lucas 3, 1-6

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