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Iglesia Católica / Pacoima, CA

¡Cristo vive!

Domingo de Pascua: La Resurrección del Señor

¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha vencido la muerte, el poder de las tinieblas, el dolor y la angustia. El tiempo pascual es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esta época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos.

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Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad. Y esto nos colma de alegría de corazón. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre el dolor y la muer- te. En El, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía. Todas las apariciones de Jesús Resucitado ocurren el día domingo, el día del Señor. Fue el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo. Por eso los cristianos santificaron desde el comienzo este día. Jesús, al resucitar, no ascendió inmediatamente al cielo.

¡Dios lo Resucito! Exclamo Pedro, los discípulos entendieron las Escrituras y se dieron cuenta de aquel Jesús crucificado había vencido a la muerte. Por eso hoy los discípulos del siglo XXI podemos también decir que Jesús nos ha dado NUEVA VIDA. Porque el es El viviente que nos vivifica. Jesucristo ha roto las cadenas de la muerte. No hay que temer nunca mas. Es cierto, es verdad…Señor Jesús has Resucitado, ya no tengo miedo porque tu eres mi luz y salvación.

La presencia del Resucitado

“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Esta promesa de cristo sigue escuchada en la iglesia como secreto fecundo de su vida y fuente de su esperanza. Aunque el domingo es el día de la resurrección, no es solo el recuerdo de un acontecimiento pasado, sino que es celebración de la presencia viva del Resucitado en medio de los suyos.

Para que esta presencia sea anunciada y vivida de manera adecuada no basta que todos los discípulos de Cristo oren individualmente y recuerden en su interior, en lo recóndito de su corazón, la muerte y resurrección de Cristo. En efecto, los que han recibido la gracia del bautismo no han sido salvados solo a título personal, sino como miembros del Cuerpo místico, que han pasado a formar parte del Pueblo de Dios.
Por eso es importante que se reunieran, para ex- presar así plenamente la identidad misma de la Iglesia, la ekklesia, asamblea convocada por el Señor resucitado, el cual ofreció su vida, “para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Juan 11:52).

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