Español English María Inmaculada
Iglesia Católica / Pacoima, CA

Cuarto Domingo en Tiempo Ordinario

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Resusmen de la Homilía del papa Francisco

Misa en el Madison Square Garden de Nueva York el 25.09.2015

“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz.” (Is 9,1)

El pueblo que caminaba, el pueblo en medio de sus actividades, de sus rutinas; el pueblo que caminaba cargando sobre sí sus aciertos y equivocaciones, sus miedos y oportunidades ha visto una gran luz. El pueblo que caminaba con sus alegrías y esperanzas, con sus desilusiones y amarguras ha visto una gran luz.

El Pueblo de Dios es invitado en cada época histórica a contemplar esta luz. Luz que quiere iluminar a las naciones. Así, lleno de júbilo, lo expresaba el anciano Simeón. Luz que quiere llegar a cada rincón de esta ciudad, a nuestros conciudadanos, a cada espacio de nuestra vida.

“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz”. Una de las particularidades del pueblo creyente pasa por su capacidad de ver, de contemplar en medio de sus “oscuridades” la luz que Cristo viene a traer. Ese pueblo creyente que sabe mirar, que saber discernir, que sabe contemplar la presencia viva de Dios en medio de su vida, en medio de su ciudad. Con el profeta hoy podemos decir: el pueblo que camina, respira, vive entre el “smog“, ha visto una gran luz, ha experimentado un aire de vida.

Vivir en una gran ciudad es algo bastante complejo: contexto pluricultural con grandes desafíos no fáciles de resolver. Las grandes ciudades son recuerdo de la riqueza que esconde nuestro mundo: la diversidad de culturas, tradiciones e historias. La variedad de lenguas, de vestidos, de alimentos. Las grandes ciudades se vuelven polos que parecen presentar la pluralidad de maneras que los seres humanos hemos encontrado de responder al sentido de la vida en las circunstancias donde nos encontrábamos. A su vez, las grandes ciudades esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría. En las grandes ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo “el ritmo del cambio”, quedan silenciados tantos rostros por no tener “derecho” a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad –los extranjeros, los hijos de estos (y no solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos–, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor. Se convierten en parte de un paisaje urbano que lentamente se va naturalizando ante nuestros ojos y especialmente en nuestro corazón. Saber que Jesús sigue caminando en nuestras calles, mezclándose vitalmente con su pueblo, implicándose e implicando a las personas en una única historia de salvación, nos llena de esperanza, una esperanza que nos libera de esa fuerza que nos empuja a aislarnos, a desentendernos de la vida de los demás, de la vida de nuestra ciudad. Una esperanza que nos libra de “conexiones” vacías, de los análisis abstractos o de las rutinas sensacionalistas. Una esperanza que no tiene miedo a involucrarse actuando como fermento en los rincones donde le toque vivir y actuar. Una esperanza que nos invita a ver en medio del “smog” la presencia de Dios que sigue caminando en nuestra ciudad.

Dios vive en nuestras ciudades, la Iglesia vive en nuestras ciudades y quiere ser fermento en la masa, quiere mezclarse con todos, acompañando a todos, anunciando las maravillas de Aquel que es Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.

“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” y nosotros somos sus testigos.

Lecturas de la Semana

Lunes: 2 Sm 15:13-14, 30; 16:5-13; Sal 3:2-7; Mc 5:1-20
Martes: Mal 3:1-4; Sal 24 (23):7-10; Heb 2:14-18; Lc 2:22-40 [22-32]
Miércoles: 2 Sm 24:2, 9-17; Sal 32 (31):1-2, 5-7; Mc 6:1-6
Jueves: 1 Re 2:1-4, 10-12; 1 Cr 29:10-12; Mc 6:7-13
Viernes: Sir 47:2-11; Sal 18 (17):31, 47, 50, 51; Mc 6:14-29
Sábado: 1 Re 3:4-13; Sal 119 (118):9-14; Mc 6:30-34 Domingo: Is 6:1-2a, 3-8; Sal 138 (137):1-5, 7-8;
1 Cor 15:1-11 [3-8, 11]; Lc 5:1-11

Los Santos y Otras Celebraciones

Domingo: Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Martes: La Presentación del Señor; Día de la marmota
Miércoles: San Blas; san Óscar; Bendición de las gargantas
Viernes: Santa Águeda; Primer viernes
Sábado: San Pablo Miki y compañeros;

“La fe espera de Dios lo que está más allá de toda expectativa.”
—Andrew Murray

Unidos en Misión — Aunqué Somos Muchos, Somos Uno

Desde 1993, Unidos en Misión ha proporcionado más de $ 300 millones en fondos para las parroquias y escuelas en el más necesitados de nuestra Arquidiócesis. Estas son las parroquias y escuelas que hubieran tenido que cerrar sus puertas a los miembros de sus comunidades. 2015 demostró nuestra fe en acción para apoyar a esas comunidades.

“Lo que más deseamos en la vida es que alguien nos haga hacer lo que podemos.”
—Ralph Waldo Emerson

Tradiciones de Nuestra Fe

En muchos hogares latinos el tiempo de Navidad terminó el día dos de febrero con la levantada del Niño Dios en la fiesta de la Candelaria. Es interesante como el pueblo cristiano tiene un cierto afecto para Jesús en su aspecto de niño. Desde hace siglos con el evangelista Lucas y la virgen María la imaginación cristiana ha ido buscando al Divino Niño en el templo; con san Cristóbal lleva cargando al Niño Dios sobre los hombros mientras cruza el rió de la vida y san Antonio de Lisboa juega con el Niñito Jesús sobre un libro teológico mientras estudia la Palabra de Dios.

Fueron los monjes cistercienses del siglo XII quienes primero desarrollaron esta devoción al Niño Jesús. En su afán por conocer mejor al Dios hecho humano entraban por medio de la meditación imaginativa en los cuatro evangelios. Esta meditación es un entrar en la vida de Jesús de tal manera que vives los eventos en tu corazón y desarrollar así una relación afectiva con el Señor. La devoción al Niño Dios debe ser acompañada de la lectio divina.
Fray Gilberto Cavazos-Glz, OFM, Copyright © J. S. Paluch Co.

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