Español English María Inmaculada
Iglesia Católica / Pacoima, CA

Jesús Nos Llama

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

“El Señor es mi luz y mi salvación.”Sal. 26

Jesús nos llama porque nos necesita, como llamó a los Profetas y después a los Apóstoles. Se reveló necesitado de nosotros, para salvarnos a nosotros y para salvar a los demás. Nos muestra el camino que lleva a la destrucción y el camino que lleva a la Vida, el de la fe, el de confiar en El, siguiéndole en la práctica del amor y obras de misericordia. Y nos llama para hacernos pescadores de hombres, para hacer discípulos de todos.

Pero para llegar a ser apóstoles que ayudan a otros a encontrarse con El, a abrirse a la Vida nueva y salvación, debemos empezar por nosotros, por nuestra propia conversión y apertura a su llamada de amor, a seguirle, a vivir su Reino.

“«Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos». Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Síganme y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.”

Vivir su Reino es vivir el seguimiento de Jesús, es decir, la vida cristiana. Si no la vivimos no podemos ayudar a otros a vivirla. Es lo esencial de lo que vino Jesús a traernos con su Encarnación, Muerte y Resurrección, y por el don de su Espíritu. Sin esta vivencia, de nada serviría nuestras practicas religiosas y gusto por sus ideas, pues seguiríamos sin seguirle y sin vivir su Reino, y por tanto no podríamos propagarlo.

Vivir su Reino es vivir nuestro bautismo, guiados por su Espíritu de Amor, que nos da el dominio de nosotros mismos y manifiesta sus demás frutos también, de amor, gozo, paz, bondad, mansedumbre… es lo que mas necesita hoy el mundo y cada ser humano. Debemos esforzarnos por vivir la conversión que cada uno requiera para esta apertura a la plenitud de su Espíritu.

El Espíritu es también el protagonista de la comunión. El Reino de Dios nos une a todos en Cristo, en una misma fe. Cristo rogó para que seamos uno, pero no se trata de llevarnos bien, de convivir civilizadamente; también otros grupos pueden lograr eso, pero en el pecado y ofendiendo a Dios. La unidad que Dios nos pide es en la vivencia de su Reino, de su Voluntad, y no en el pecado.

“Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por ustedes? ¿Fueron bautizados en nombre de Pablo?”

No dejarnos llevar tanto por nuestra propia opinión personal de cada uno, o preferencias personales naturales. Lo que nos une es una sola cabeza: Cristo, una sola fe, una misma alma que hemos recibido: el Espíritu Santo. El debe ser el que nos guía y no nuestros gustos, caprichos o preferencias.

Los guiados por el Espíritu, esos son los hijos de Dios, y así seremos don de Dios y luz para los demás. Unidos en el mismo Espíritu para ser fermento que levanta la masa, pues para esto hemos sido llamados.

Lecturas de la Semana

Lunes: Heb 9:15, 24-28; Sal 98 (97):1-6; Mc 3:22-30
Martes: Heb 10:1-10; Sal 40 (39):2, 4ab, 7-8a, 10, 11; Mc 3:31-35
Miércoles: Hch 22:3-16 o Hch 9:1-22; Sal 117 (116):1bc, 2; Mc 16:15-18
Jueves: 2 Tm 1:1-8 o Tit 1:1-5; Sal 96 (95):1-3, 7-8a, 10; Mc 4:21-35
Viernes: Heb 10:32-39; Sal 37 (36):3-6, 23-24, 39-40; Mc 4:26-34
Sábado: Heb 11:1-2, 8-19; Lc 1:69-75; Mc 4:35-41
Domingo: Sof 2:3; 3:12-13; Sal 146 (145):6-10; 1 Cor 1:26-31; Mt 5:1-12a

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