Español English María Inmaculada
Iglesia Católica / Pacoima, CA

Manifestando al Espíritu

El Bautismo del Señor

El tiempo de Navidad finaliza este domingo con el Bautismo del Señor. Esta fiesta es hermana de la fiesta de la semana pasada, la Epifanía. Cada una ellas celebra una “Epifanía”, o manifestación del Espíritu de Dios en Jesús —primero en su nacimiento y ahora en su bautismo.

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El Espíritu Divino se manifiesta en todas las lecturas bíblicas de la fiesta. El Salmo 104 destaca al Espíritu de Dios que crea y renueva la tierra, mientras que la lectura de Isaías describe a Dios restaurando a Israel. En el relato de Lucas del bautismo del Señor el Espíritu Santo desciende sobre Jesús. Y la carta a Tito nos recuerda que el Espíritu Santo también “derramó con abundancia” sobre nosotros, el “baño de regeneración” (Tito 3:5, 6).

—Copyright © J. S. Paluch Co

“Cuando todo va en contra tuya, al punto que parece que ya no puedes asirte ni por un minutos más, no te des por vencido entonces, porque en ese lugar y en ese tiempo es cuando la marea cambia.”
—Harriet Beecher Stowe

Lecturas de la Semana

Lunes: 1 Sm 1:1-8; Sal 116 (115):12-19; Mc 1:14-20
Martes: 1 Sm 1:9-20; 1 Sm 2:1, 4-8abcd; Mc 1:21-28
Miércoles: 1 Sm 3:1-10, 19-20; Sal 40 (39):2, 5, 7-10; Mc 1:29-39
Jueves: 1 Sm 4:1-11; Sal 44 (43):10-11, 14-15, 24-25; Mc 1:40-45
Viernes: 1 Sm 8:4-7, 10-22a; Sal 89 (88):16-19; Mc 2:1-12
Sábado: 1 Sm 9:1-4, 17-19; 10:1a; Sal 21 (20):2-7; Mc 2:13-17
Domingo: Is 62:1-5; Sal 96 (95):1-3, 7-10; 1 Cor 12:4-11; Jn 2:1-11

Los Santos y Otras Celebraciones

Domingo: El Bautismo del Señor
Lunes: Primera Semana del Tiempo Ordinario
Miércoles: San Hilario
Sábado: Santa María Virgen

“El mal humor es lo que más nos mete en problemas. El orgullo es lo que nos mantiene ahí.”
—Anónimo

Tradiciones de Nuestra Fe

La costumbre del bautismo infantil debe ser mucho más que un acto social o una tradición cultural, donde el ropón y los regalos son más importantes que la doctrina cristiana, y los padrinos se escogen no por su buen ejemplo sino por su cuenta bancaria.

Según los Hechos de los Apóstoles, familias enteras se bautizaban cuando el padre de familia decidía hacerse cristiano. Esta práctica de bautizar, no solo al nuevo creyente sino también a su mujer y a sus hijos, poco a poco, quedó solo en bautizar los niños del original creyente. El mundo en aquel tiempo estaba basado sobre la familia así como muchas culturas latinas de hoy.

El bautizo infantil nació en la Iglesia primitiva y al pasar de los siglos llegó a transformarse en un rito religioso muy importante en la catequesis del nuevo cristiano. El niño viste de ropita blanca que recuerda la presencia de Cristo en su alma, se le regala una vela que lo invita a brillar con la luz de Cristo y se le da una madrina o un padrino que le enseñará a vivir en Cristo.

—Fray Gilberto Cavazos-Glz, OFM, Copyright © J. S. Paluch Co.

“Pecar no es doloroso porque es prohibido, sino que es prohibido porque es doloroso.”
—Benjamin Franklin

Papa Francisco – Audiencia General

Plaza de San Pedro Miércoles 8 de enero de 2014

El Bautismo es el sacramento en el cual se funda nuestra fe misma, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia. Junto a la Eucaristía y la Confirmación forma la así llamada «Iniciación cristiana», la cual constituye como un único y gran acontecimiento sacramental que nos configura al Señor y hace de nosotros un signo vivo de su presencia y de su amor.

Puede surgir en nosotros una pregunta: ¿es verdaderamente necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No es en el fondo un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que puede surgir. Y a este punto, es iluminador lo que escribe el apóstol Pablo: «¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por el Bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 3-4). Por lo tanto, no es una formalidad. Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. Un niño bautizado o un niño no bautizado no es lo mismo. No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros, con el Bautismo, somos inmersos en esa fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, no ya en poder del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los hermanos.

Muchos de nosotros no tienen el mínimo recuerdo de la celebración de este Sacramento, y es obvio, si hemos sido bautizados poco después del nacimiento. He hecho esta pregunta dos o tres veces, aquí, en la plaza: quien de vosotros sepa la fecha del propio Bautismo, que levante la mano. Es importante saber el día que fui inmerso precisamente en esa corriente de salvación de Jesús. Y me permito daros un consejo. Pero más que un consejo, una tarea para hoy. Hoy, en casa, buscad, preguntad la fecha del Bautismo y así sabréis bien el día tan hermoso del Bautismo. Conocer la fecha de nuestro Bautismo es conocer una fecha feliz. El riesgo de no conocerla es perder la memoria de lo que el Señor ha hecho con nosotros; la memoria del don que hemos recibido. Entonces acabamos por considerarlo sólo como un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado —y ni siquiera por voluntad nuestra, sino de nuestros padres—, por lo cual no tiene ya ninguna incidencia en el presente. Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo. Estamos llamados a vivir cada día nuestro Bautismo, como realidad actual en nuestra existencia. Si logramos seguir a Jesús y permanecer en la Iglesia, incluso con nuestros límites, con nuestras fragilidades y nuestros pecados, es precisamente por el Sacramento en el cual hemos sido convertidos en nuevas criaturas y hemos sido revestidos de Cristo. Es en virtud del Bautismo, en efecto, que, liberados del pecado original, hemos sido injertados en la relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva: la esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Esta esperanza que nada ni nadie puede apagar, porque, la esperanza no defrauda. Recordad: la esperanza en el Señor no decepciona. Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y amar incluso a quien nos ofende y nos causa el mal; logramos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. El Bautismo nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, incluso de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Todo esto es posible gracias a la fuerza del Bautismo.

Un último elemento, que es importante. Y hago una pregunta: ¿puede una persona bautizarse por sí sola? Nadie puede bautizarse por sí mismo. Nadie. Podemos pedirlo, desearlo, pero siempre necesitamos a alguien que nos confiera en el nombre del Señor este Sacramento. Porque el Bautismo es un don que viene dado en un contexto de solicitud y de compartir fraterno. En la historia, siempre uno bautiza a otro y el otro al otro… es una cadena. Una cadena de gracia. Pero yo no puedo bautizarme a mí mismo: debo pedir a otro el Bautismo. Es un acto de fraternidad, un acto de filiación en la Iglesia. En la celebración del Bautismo podemos reconocer las líneas más genuinas de la Iglesia, la cual como una madre sigue generando nuevos hijos en Cristo, en la fecundidad del Espíritu Santo.

Pidamos entonces de corazón al Señor poder experimentar cada vez más, en la vida de cada día, esta gracia que hemos recibido con el Bautismo. Que al encontrarnos, nuestros hermanos puedan hallar auténticos hijos de Dios, auténticos hermanos y hermanas de Jesucristo, auténticos miembros de la Iglesia. Y no olvidéis la tarea de hoy: buscar, preguntar la fecha del propio Bautismo. Como conozco la fecha de mi nacimiento, debo conocer también la fecha de mi Bautismo, porque es un día de fiesta

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