Español English María Inmaculada
Iglesia Católica / Pacoima, CA

Restaurando Relaciones, Construyendo Puentes

Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario

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“En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos.” Isaías 25, 6

La parábola de Jesús sobre el banquete de bodas del rey suena exagerada para nuestros oídos modernos. Después de todo, si un rey, una celebridad muy querida, por ejemplo, nos invitara a la fiesta de su hijo, ¿quién de nosotros se negaría y mucho menos asesinaría al mensajero? En el Evangelio de Mateo, el jefe de los sacerdotes y ancianos se niegan obstinadamente a reconocer la misión de Jesús como el Hijo ungido de Dios. La parábola de hoy sugiere que Dios castigará este terquedad quemando su ciudad. La extrema violencia de esta parábola parece estar dirigida a la obstinada audiencia de Jesús del primer siglo, pero no llega a golpearnos.

En lugar de descartar o sonreír pintorescamente a la parábola de hoy, podemos dejar que la Palabra de Dios obre en nuestros corazones: Jesús, que es la Palabra de Dios, existe en todos los tiempos y conoce íntimamente a cada uno de nosotros. Él nos habla hoy a través de esta misma parábola. La invitación del rey se presenta a nosotros. El Creador del universo nos llama, y nosotros debemos responder. La vida eterna está en juego.

La liturgia de hoy es una rica oportunidad para identificar la invitación enviada por Dios. La liturgia en sí misma es nuestro vistazo colectivo hacia el cielo. Quizás el Señor nos llama a estar más atentos a la liturgia, o a entrar más profundamente en la experiencia de fin de semana de una parroquia. O quizás nuestro tiempo de oración litúrgica de hoy deje ver una llamada al servicio, una invitación a asistir voluntariamente a los desconocidos que están en necesidad o de las personas que conocemos. Tal vez, también, podríamos discernir una llamada a reparar la que está roto. La mayoría de nosotros no somos testigos de asesinatos o vemos ciudades en llamas un día sí y el otro también, pero seguramente sabemos de relaciones que necesitan arreglarse. Una vez que escuchamos la invitación a reconciliarnos con los demás, podemos rezar pidiendo fuerzas para reponder. En lugar de ignorar la llamada llenando nuestro tiempo con ocupaciones, podemos pedirle al Señor que nos ayude a ofrecer disculpas, o a perdonar, o a empezar una conversación difícil. “Muchos son los invitados” nos dice Jesús. Él nos ayudará a responder.

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Lecturas de la Semana

Lunes: Gál 4:22-24, 26-27, 31 — 5:1; Sal 113 (112):1b-5a, 6-7; Lc 11:29-32
Martes: Gál 5:1-6; Sal 119 (118):41, 43-45, 47-48; Lc 11:37-41
Miércoles: Gál 5:18-25; Sal 1:1-4, 6; Lc 11:42-46
Jueves: Ef 1:1-10; Sal 98 (97):1-6; Lc 11:47-54
Viernes: Ef 1:11-14; Sal 33 (32):1-2, 4-5, 12-13; Lc 12:1-7
Sábado: Ef 1:15-23; Sal 8:2-3ab, 4-7; Lc 12:8-12
Domingo: Is 45:1, 4-6; Sal 96 (95):1, 3-5, 7-10; 1 Tes 1:1-5b; Mt 22:15-21

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