Español English María Inmaculada
Iglesia Católica / Pacoima, CA

Dios es Primero

Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario

“‘¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?’. Ellos contestaron: ‘Unos que Juan el Bautista, otros que Elías….’. Él les preguntó: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: ‘Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo’. Jesús le respondió: ‘¡Dichoso tú, Simón, … Ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.’” (Mt 16, 13-18)

La pregunta de Jesús a los discípulos sobre la opinión de la gente sobre él parece tan actual como lo son las encuestas que continuamente se están haciendo en una sociedad como la nuestra, sometida al dictado de lo que piense la mayoría. Pero, en realidad, lo que a Cristo le interesa es saber lo que piensa sobre él cada uno de nosotros.

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Jesús nos pregunta directamente: ¿Quién soy yo para ti?. Y no se conforma con una respuesta de libro, teórica y retórica. Porque de poco sirve decir: “Eres el primero en mi vida”, si luego, en la práctica, lo más importante es la televisión—a juzgar por el número de horas que pasamos ante ella en comparación con los escasos minutos que dedicamos a estar con el Señor rezando—o el trabajo o las diversiones.

Sólo cuando reconocemos, con obras y no con palabras, el señorío de Dios en nuestra vida, sólo entonces Cristo puede confiarnos la tarea de evangelizar, de ser sus testigos, de ser piedras sólidas sobre las que poder construir el edificio de la Iglesia. Mientras tanto, por muchas cualidades que tengamos y por mucha
necesidad que haya, Él no puede contar con personas para las cuales Dios es una cosa más y a veces ni siquiera eso. Dios te está necesitando, pero para poder encargarte el trabajo que te tiene encomendado quiere ocupar el primer lugar en tu corazón. Si no lo puede hacer, será su culpa.

Propósito: Compara esta semana el tiempo dedicado a la oración y a las obras de caridad con el que pasas ante el televisor. Si Dios es lo primero, reza más y ve más a misa.

La Roca

Jesús escogió a Pedro para ser el jefe del inseguro grupo de Apóstoles. En el Evangelio de hoy, el que una vez se llamaba Simón es ahora Pedro –la roca. En el Evangelio de Juan, Pedro es llamado a ser pastor. Eso requiere que esté dispuesto a dar su vida por sus ovejas. Y la tradición nos dice que él hizo eso exactamente. Pero hoy, pensamos en las cualidades inmovibles de las rocas que Jesús necesitaba en un jefe. Pedro se ganó su posición de liderazgo por razones que no nos podemos imaginar. Dios sabe, y Jesús también, que Pedro tenía sus fallas. No podemos dejar de ver su entusiasmo, ni su gran amor y fe espontánea. Esas virtudes le sirvieron bien. Son virtudes admirables, duraderas y fuertes. Hacen que Pedro sea simpático y fácil de querer. Nos proporcionan el balance y el buen humor necesarios al considerar nuestros papeles y miembros de la Iglesia universal de nuestro tiempo.

Vivamos la Palabra de Dios

Oramos para que nuestro Padre amantísimo nos conceda conocer y entender más profundamente a su Hijo Jesús. Pedimos que este entendimiento nos lleve a un compromiso más profundo con la misión de Jesús a fin de propiciar, por nuestra parte y en nuestros días, el reino de Dios en nuestro mundo.

Ver las Lecturas

Lecturas de la Semana

Lunes: 2 Tes 1:1-5, 11-12; Sal 96 (95):1-5; Mt 23:13-22
Martes: 2 Tes 2:1-3a, 14-17; Sal 96 (95):10-13; Mt 23:23-26
Miércoles: 2 Tes 3:6-10, 16-18; Sal 124 (123):1-2, 4-5; Mt 23:27-32
Jueves: 1 Cor 1:1-9; Sal 145 (144):2-7; Mt 24:42-51
Viernes: 1 Cor 1:17-25; Sal 33 (32):1-2, 4-5, 10-11; Mc 6:17-29
Sábado: 1 Cor 1:26-31; Sal 33 (32):12-13, 18-21; Mt 25:14-30
Domingo: Jer 20:7-9; Sal 63 (62):2-6, 8-9; Rom 12:1-2; Mt 16:21-27

Los Santos y Otras Celebraciones

Domingo: Vigésimo primer Domingo del Tiempo Ordinario
Lunes: San Luis de Francia; San José de Calasanz
Miércoles: Santa Mónica
Jueves: San Agustín
Viernes: El martirio de san Juan Bautista
Sábado: Santa María Virgen

“Patience is the companion of wisdom.” — St. Augustine

Madre Amable

Tras haber visto el mes pasado lo que la Iglesia enseña de la Virgen de modo indiscutible –no lo único que enseña-, es decir los dogmas marianos, me gustaría adentrarme en este y en los próximos meses en ese otro tipo de revelación que es la que el Espíritu Santo ha ido depositando en el sentir del pueblo de Dios. No son dogmas, pero sí son expresiones que han ido formándose a lo largo de los siglos y que reflejan muy bien lo que la gente sencilla siente y cree sobre su Madre, la siempre Virgen María. Me refiero a las letanías. Son de las oraciones más hermosas que conozco y de las que rezo con más deleite. Se puede decir que en ellas se expresa la tradición viva de la Iglesia en lo que respecta a Nuestra Señora. No todo está ahí, por supuesto, pero está lo principal, incluidos los dogmas antes señalados. Bastará con fijarnos en algunas de las oraciones que contiene para saber por qué, además de lo ya dicho, debemos dar gracias a Dios por María. Veamos algunas de ellas.

El concepto “amable” significa, etimológicamente, “digno o merecedor de ser amado”. No cabe duda de que María lo es. Y lo es, entre otras cosas, porque también se le puede aplicar la otra acepción de ese concepto: “persona simpática, afable, acogedora, educada, de buenas maneras y fácil trato”. María es amable porque en su relación con nosotros nos ofrece siempre un rostro acogedor, lleno de ternura. No tenemos la impresión, cuando acudimos a ella, de encontrarnos con una mirada llena de ira, por más que con frecuencia sea eso lo que merecemos. Ella es la amabilidad, la mano extendida que se acerca a nosotros cuando aún estamos derribados por el peso de nuestros pecados para levantarnos hacia la gracia. María es, sin duda, “la sonrisa de Dios”, “la caricia de Dios”, no en el sentido ontológico, pues ella no es Dios, sino en el sentido de representación, de enviada por Dios para, siendo nuestra madre como lo es suya, hacernos presente la ternura divina, la dimensión maternal de Dios. Démosle gracias al Señor por eso y démosle gracias también porque, al rezar esta letanía, nos hacemos conscientes –o deberíamos hacerlo así- de que también nosotros, como María, como Dios, tenemos que ser amables: dignos de ser amados y portadores ante los demás de la sonrisa y la ternura divina.

Propósito: Agradecer a Dios porque en María Él nos ha mostrado su “rostro materno”, su amabilidad, su ternura, al habérnosla dejado como Madre nuestra e intentar imitar a la Virgen.

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