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Iglesia Católica / Pacoima, CA

Cómo Hacer una Buena Confesión

Quinto Domingo de Cuaresma

“Perdónanos, Señor, y viviremos.”Sal. 129

Estamos en este tiempo especial de misericordia, donde estamos invitados a la apertura de corazón a Dios, a una buena conversión y adhesión a Él, y para ello es importante lograr llegar a una buena confesión. Este espacio es muy reducido para poder explicarlo bien, pero tratare de exponer algo de lo que considero fundamental.

No cualquier persona esta lista para llegar a confesarse. Lamentablemente muchos de los que llegan no están preparados, y por ello no les aprovecha demasiado decir sus pecados al confesor ni cumplir la “penitencia”. Estos son los dos últimos pasos de 5 que se requieren. Y solo se puede llegar al cuarto, si se ha pasado por el 1, el 2 y el 3, que son: Examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de enmienda. Estos tres primeros pasos son básicos y esenciales, y deben darse antes de llegar al confesionario, pues de no ser así no se saca el provecho ni se está preparado para confesarse. Sería como meter los cambios antes de encender el coche, por más que meta la primera y la segunda, el coche no dará un paso. Por más que lleves a tu hijo a cuarto grado, si no ha pasado por el uno dos y tres, no entendería nada ni le aprovecharía.

El asunto es que para que se den adecuadamente estos 3 primeros pasos debemos ser iluminados y tocados por el Espíritu, pues estamos hablando de una conversión de corazón, que no sucede por arte de magia sino que es fruto de abrirse a la luz, por la predicación que hace que nos caiga el 20 de lo grave que estaba, y suscite un sincero arrepentimiento y propósito de enmienda, sin lo cual no hay apertura a la gracia del sacramento, pues se confiesa de labios, pero el corazón sigue apegado al pecado.

Necesitamos dejarnos liberar por Jesús, pero ¿cómo va a liberarnos si no le damos tiempo? ¿Cómo puede iluminarnos si no le abrimos el oído?, ¿si no buscamos conocerle más y aprender de Él? Es desde ese aprendizaje cuando comprendemos que estábamos gravemente enfermos en el alma, alejados de Él, muertos espiritualmente, ofendiendo al que más nos ama, a quien nos da la vida y todo lo que somos. Y solo desde ese reconocimiento puede venir el sincero deseo de sanación, de cambio, de apartarnos del mal camino. Solo así se recibe el perdón y misericordia de Dios.

Lecturas de la Semana

Lunes: Dn 13:1-9, 15-17, 19-30, 33-62 [41c-62]; Sal 23 (22):1-6; Jn 8:1-11
Martes: Nm 21:4-9; Sal 102 (101):2-3, 16-21; Jn 8:21-30
Miércoles: Dn 3:14-20, 91-92, 95; Dn 3:52-56; Jn 8:31-42
Jueves: Gn 17:3-9; Sal 105 (104):4-9: Jn 8:51-59
Viernes: Jer 20:10-13; Sal 18 (17):2-7; Jn 10:31-42
Sábado: Ez 37:21-28; Jer 31:10, 11-13; Jn 11:45-56
Domingo: Mt 21:1-11 (procesión); Is 50:4-7; Sal 22 (21):8-9, 17-20, 23-24; Fil 2:6-11; Mt 26:14 — 27:66 [27:11-54]

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