Español English María Inmaculada
Iglesia Católica / Pacoima, CA

Cuaresma, Tiempo de Gracia

Primer Domingo de Cuaresma

“Misericordia, Señor, hemos pecado.”Sal. 50

Cuaresma es un tiempo de crecimiento espiritual y bendición, porque es tiempo de conversión, de intensificar los medios de crecimiento espiritual, como la oración, la lectura espiritual, las prácticas sacramentales… y estos son medios de liberación de la peor enfermedad de la vida humana, el pecado. El mundo ya no quiere saber de nada sobrenatural, ni de Dios, ni del alma ni de la vida eterna, por ello desconoce el pecado y por ello esta contaminado de el y lo sufre enormemente, como vemos en las noticias a diario.

Dios nos llama a la conversión movido por su gran amor de amigo y enamorado, de novio y esposo. El pecado es un acto deliberado mediante el cual nos oponemos al plan de Dios, a sus mandamientos, y por tanto una ruptura con El, que nos quiere desposados en alianza de amor. El pecado rompe esta alianza y nos deja desvalidos, a la intemperie, en la soledad más radical, en la oscuridad de una vida sin amor.

Convertirse es retornar al Dios que nos ama y perdona, caer de nuevo en los brazos del Padre pródigo en misericordia. Convertirse es abrirse al perdón de Dios y a una vida diferente de comunión con El. Por eso, debemos sentirnos pecadores y reconocer que nuestro corazón es de piedra y no de carne cuando nos negamos a amar a Dios y al prójimo, obedeciendo su palabra.

La Cuaresma es el tiempo del retorno a Dios. Para facilitarnos la ayuda necesaria, la Iglesia pone ante nuestros ojos a Jesús, el Hombre Nuevo, que nos educa en la lucha contra el pecado haciendo él mismo penitencia durante cuarenta días y cuarenta noches -esa es la primera Cuaresma- por los pecados de la humanidad. En el desierto Jesús nos enseña a luchar contra el Maligno, príncipe del pecado y el mentiroso por excelencia. Fijar la mirada en Jesús es fundamental para vencer al pecado.

Las tentaciones básicas del corazón humano: el afán de riquezas (o de poder), la vanagloria, la soberbia (que pretende hacernos dioses). Las armas para vencer son claras: la pobreza, entendida como libertad ante toda riqueza; no aspirar a glorias humanas; Jesús vence a Satanás con la palabra de Dios, que es el pan de cada día; vence postrándose ante su Padre, el único digno de gloria, y sometido en obediencia a su voluntad.

Seguir a Jesús es introducirnos en el desierto interior de nuestro corazón donde se da la lucha contra el pecado. En esta lucha no estamos solos, nos acompaña Cristo, triunfador sobre el mal, y nos sostiene la iglesia entera con su liturgia, su oración continua, y sus llamadas a la caridad con nuestros hermanos, porque sólo la caridad garantiza que la oración y el ayuno son sinceros. Nos reconocemos pecadores, pero también sabemos que la fuerza de Cristo y del Espíritu nos acompaña y no nos defrauda.

Lecturas de la Semana

Lunes: Lv 19:1-2, 11-18; Sal 19 (18):8-10, 15; Mt 25:31-46
Martes: Is 55:10-11; Sal 34 (33):4-7, 16-19; Mt 6:7-15
Miércoles: Jon 3:1-10; Sal 51 (50):3-4, 12-13, 18-19; Lc 11:29-32
Jueves: Est C:12, 14-16, 23-25; Sal 138 (137):1-3, 7c-8; Mt 7:7-12
Viernes: Ez 18:21-28; Sal 130 (129):1-8; Mt 5:20-26
Sábado: Dt 26:16-19; Sal 119 (118):1-2, 4-5, 7-8; Mt 5:43-48
Domingo: Gn 12:1-4a; Sal 33 (32):4-5, 18-20, 22; 2 Tim 1:8b-10; Mt 17:1-9

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